martes, 26 de enero de 2016

Aprobar no es aprender.


Es increíble que, pasen los años que pasen, el trauma de los exámenes sigue sin cambiar. Socialmente está aceptado que superarlos nos hace más fuertes o, incluso, que preparan para la vida adulta, pero la verdad es que es absurdo. Mientras que sigamos evaluando para calificar, justificando un sistema burocrático, nunca habrá un cambio educativo. Y si no hubiese otra opción más allá que obedecer al sistema y la evaluación fuese parte del aprendizaje, evaluar no significa hacer exámenes.

La finalidad de la evaluación, no debería ser otra que la mejora del aprendizaje, y estamos lejos de esa meta. El destinatario, el estudiante, sólo realiza una actividad artificial, una nota, una etiqueta que le dice si ha adquirido los conocimientos necesarios y en qué porcentaje lo ha hecho. ¿Cómo podemos juzgar a través de un examen si merecemos esa etiqueta? ¿Cómo saber la situación social, individual o, incluso, relacional en el que se sitúa el alumno en el preciso momento de esa prueba? ¿Cómo somos capaces de considerar que una persona sabe más que otra porque ha contestado mejor a una pregunta? 

Un examen es la prueba de evaluación más artificial y con la que menor cantidad de información se obtiene el aprendizaje. Más allá de que aprobar no es aprender, los alumnos nos vemos expuestos a utilizar cualquier método, como copiar, para aprobar antes de que la calificación sea, burocráticamente, suspensa ante las altas tasas de matriculación y la competitividad.

Sé que es fácil plantear problemas y no dar con soluciones, pero en mi opinión, el hecho de que un profesor te de un temario, estudiártelo y contestar en un examen, la mayoría de las veces un tipo test, sin llevar a la reflexión, a la esencia, es una aberración contra el verdadero aprendizaje. Sólo planteo mi punto de visto y, quién se haya detenido a leerla, puede plantearme el suyo.

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Si de una cosa estoy segura, es de que lo importante de la vida es tener alguien a quién amar, algo en lo que pensar, personas con las que reír y llorar; pero sobretodo, nos necesitamos a nosotros mismos.