Mi vida es como un tiovivo en el que, invariablemente, siempre observo el mismo paisaje. Estoy mareada y no sé cómo parar. Cada vez que le hago un gesto al conductor, parece comprender lo contrario y acelera, acelera de tal manera que me es imposible bajar. Me veo abocada a ser una mera espectadora de mi vida, asignara a ser un trozo de carne que es transportada en esta atracción, y me fatiga, ha alcanzado una velocidad que me comprime el pecho, provoca que me encierre en un sin sentido. Sólo tengo esperanza, ojalá llegue el día en el que comience a perder velocidad y pueda arrojarme, a pesar del dolor. Quiero conocer mundo, uno donde pueda decidir, sin miedo, si quiero permanecer constante o trasladarme a lo efímero.
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