Hace 72 años, en Enero de 1945, los soviéticos liberaron el campo de exterminio y concentración de Auschwitz, uno de los más grandes construidos por los nazis, en el que hallaron pruebas del exterminio masivo que se había producido en el Holocausto.
Los prisioneros que corrían más "suerte", judíos en gran mayoría, sólo eran un número de serie con un uniforme y un tatuaje en el antebrazo, expuestos a experimentos de tortura médica, trabajos crueles, hambre o enfermedades. Los demás eran agrupados, se les hacía creer que iban a la ducha, se les desnudaba, los encerraban, los gaseaban con Zyklon B, fallecían y los incineraban.
Ni se olvida, ni se perdona el evento más trágico de la humanidad que sucedió entre estos muros del horror. Está comprobado que sin historia no vamos a ningún sitio y con el fascismo, tampoco. Lo más cruel, es que no queremos ver que estos horrores inhumanos, que no deberían volver haber sucedido jamás, están volviendo a ocurrir en otras partes del mundo y no ponemos remedio.
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