Lo he intentado hasta la saciedad y no puedo, mi magnetismo hacia ti es tan potente que cuanto más intento alejarme, más pegada estoy a ti: un imán de doble sentido. No soy capaz de extraviar de mi cabeza el arte de tus labios, con tres ranuras abiertas hacia mi, pidiendo ser mojadas; tan finos cuando llegas a la comisura, que necesito morderlos para saber si son reales o eres mi ficción. Cuando pensé que nada más podría hechizarme, me encuentro tus pecas, piedras por las que camino para andar hacia tus ojos, capaces de encerrarme en un sin sentido de placer inmediato. Te lo juro, he querido desaparecer; pero cada vez que lo he hecho, reaparecía en tus labios y me susurraban que me quedase, y tu sonrisa, la curva más preciosa que creía haber visto jamás, hasta que llegué a tus caderas, y joder, son otro mundo que pensé que jamás conocería. No sé qué hacer, estoy atrapada dentro de ti, incluso tus costillas hacen de barrotes por los que no puedo salir, o quizá no quiera hacerlo porque estoy más cómoda si eres tú quien me hace vivir. Veo la escapatoria arriba, me detengo en tu cuello, retrocedo, volverías a retenerme y lo que necesito es una salida. Quizá hacia abajo, casi lo consigo, tu ombligo intenta cautivarme y, a escondidas, intento esquivarlo, continúo, pero tapo con otro paraíso, no puedo huir. Tan sólo puedo hacerlo a los lados y tus cosquillas me hacen reír, ahora no quiero fugarme, sino permanecer siempre aquí. Prefiero una cárcel de ti que un paraíso de los demás.
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